¿Cómo aprende el cerebro?

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Entre los temas recurrentes en la filosofía y la ciencia siempre han estado los misterios del
cerebro. Una compleja red de células que cuentan no solo con consciencia de los que
sucede afuera, también de sí mismo. Es tan enigmático como la vida misma. Los debates
son acalorados ¿son sólo las neuronas? O ¿hay algo más? Incluso se ha llegado a proponer
que el secreto está en la configuración subatómica, en el estado cuántico. Muy de moda
está, el querer replicar este milagro desde el manejo de datos, la electrónica y la robótica.
Dicen los expertos que aún se está lejos de lograrlo. En apariencia la imitación puede
confundirse con aprendizaje, y que los sistemas más avanzados pueden manipular
cantidades abrumadoras de información, pero ¿realmente aprenden?


El aprendizaje es un proceso propio de la mente que, en su labor, recoge información del
ambiente y se apropia de ella para desarrollo de habilidades mediante la adquisición de
conocimiento a través de la experiencia. Tiene seis fases, íntimamente ligadas con el
funcionamiento del cuerpo. El primero es la percepción.


El entorno está constantemente emitiendo frecuencias de onda y energía a medida que
los elementos interactúan (información). La captación de estímulos esos estímulos es lo
que entendemos como percepción. No todos los estímulos son relevantes o simplemente
unos son más llamativos que otros. A esa ponderación la llamamos saliencia. A medida
que el cerebro se desarrolla, se especializa en el reconocimiento de patrones y detección
de cambios, de esta manera los sentidos privilegian esa recepción de la información.
Alrededor del 60% de la información que procesamos es visual.


Por eso, lo siguiente es la motivación, entendida como el Interés, el gusto o la afinidad que
se desarrolla hacia aquello que se está prestando atención. En términos más prácticos es
la satisfacción o ganancia que se obtendrá al dedicarle tiempo a atender a ese grupo de
estímulos.


En tercer lugar, está la comprensión que es la aplicación de las facultades mentales para
decodificar la información. No es sólo verla es captar su significado. Dos personas pueden
contemplar la misma información y significarla de manera diferente. Para comprender se
requiere la dedicación de la atención (concentración) y la capacidad de pensar y actuar
con flexibilidad. Cada nueva información ocupará un lugar y puede resignificar los
conocimientos que se tenían anteriormente.


Cuando el significado está completo, hablamos de la apropiación. La cuarta etapa es el
almacenamiento en la memoria. Al conceptualizar la información se genera un minúsculo
cambio en el cerebro, dos neuronas refuerzan su comunicación. En términos fisiológicos
eso es un recuerdo. Podemos memorizar datos sueltos, pero sólo al relacionarlo con lo ya
conocido que queda asentado. Al usar el razonamiento se es capaz usar la información de
diferentes maneras, para un conocimiento generativo. En esta era digital, es muy común
usas “memorias auxiliares” dejando registrado el conocimiento. Habremos aprendido
cuando sin recordar todos los detalles podemos evocar la información en su conjunto, así
debamos recurrir a consultar los registros.


De allí, que lo siguiente es de la recuperación. La capacidad de representación, traer de
presente lo que ya no está. Una vez almacenado un recuerdo es asequible siempre y
cuando usemos los mecanismos adecuados para evocarlo. Aquello que usamos
constantemente estará presente con más facilidad que aquello que rara vez visitamos en
nuestros recuerdos. Poder expresar y su posterior utilización facilita la evocación de la
información.


Finalmente, hablamos de la gratificación. El sistema de recompensas que ofrece el uso del
conocimiento, lo que determina la frecuencia con la que se aplique. Si la frecuencia es
muy baja la memoria tenderá a descartar esa información, llevando al olvido lo aprendido.
Innegablemente hay conocimientos que se automatizan, haciéndolas parte del sistema del
procesamiento, como el contar, sumar o leer, porque de la misma manera las usamos con
frecuencia.


Ahora bien, todo este proceso implica una flexibilidad que los sistemas fijos y electrónicos
no tienen. La neuroplasticidad es uno de esos factores que hace único nuestro cerebro. La
capacidad de estar en constante cambio, de modificarse a sí mismo, es lo que permite la
adaptación, el aprendizaje y la creatividad. Los sistemas actuales sólo imitan, relacionan
datos bajo algunos parámetros, pero si no perciben, no se apropian de la información, no
la clasifican para su almacenamiento y recuperación, no aprenden, sólo lo aparentan.
Somos privilegiados por este gran don de aprender, de pensar y razonar y que sea
satisfactorio. Y a ti ¿te gusta aprender?

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Ricardo Gómez

Escrito por Ricardo Gómez

como profesor de IPLER me he apasionado por las buenas costumbres al escribir y al leer. Del mismo modo, he encontrado cuán significativo puede ser para una persona el poder superar las dificultades en su aprendizaje y lo edificante que es para mí como profesor ayudarlos en ese proceso. Egresado de la Universidad Nacional, como psicólogo aprecio el continuo crecimiento personal, tanto en mis estudiantes como propio, mientras se desarrollan nuevas formas de enseñar y aprender.

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