La comunicación es un elemento fundamental para levantar y mantener una sociedad. Además, poder expresar abiertamente los pensares y sentires es una necesidad primordial y un derecho inalienable. La transmisión del conocimiento, así como la construcción de imaginarios colectivos son prácticas inmemoriales que enriquecen a un pueblo en la medida que se conserven y se realicen frecuentemente. Esta tarea realizada en la antigüedad por aedos, juglares, bardos, rapsodas y trovadores; permitió que a nuestros tiempos llegaran obras como la Ilíada o la odisea, el mito del génesis o las justas del rey Arturo. Del mismo modo, en este lado del mundo, permitió la conservación de los relatos de los pueblos nativos, dejándonos conocer algo de su cosmogonía y rescatar minúsculos trazos de su saber ancestral. Los registros que se asentaron a través de la escritura son una huella profunda en la memoria de la humanidad.
Cuando alguien, al interior de una colectividad, se puso en pie y tomó la vocería para construir con su relato mundos posibles, estableció la profesión más antigua del mundo, dando origen de paso a las artes escénicas. Del mismo modo cuando alguien plasmó sus creaciones en el papel aportando detalles de espacios, tiempos y gentes con quienes los lectores pudieran sentirse identificados, desbordaron los mares de la sensibilidad con numerosas fuentes en todos los idiomas. Aunque parecieran actividades meramente lúdicas o pertenecientes al ocio; poseen la magia de otorgar al creador la potestad de tejer universos con la palabra y a los receptores la capacidad de vivenciarlos en tiempo real mientras son creados, generando vínculos de complicidad mientras detona la complejísima simpleza de la imaginación.
La comunicación es el vehículo del arte, brinda el medio para manifestar, desde la estética, un mensaje arropado con el encanto del lenguaje, haciéndolo llamativo y memorable. En contraposición a la era digital, se constituye en un espacio de encuentro para hacer comunidad desde la palabra. Recuperando lo esencial en la identificación, hacer parte del grupo como iguales, sintonizándose con un mismo sentir en un escenario común: el cuento, la novela o el ensayo. La sincronía de las emociones de los lectores con los protagonistas en sus aventuras, despierta la identificación, un reconocimiento de lo propio, para desembocar en empatía para con el otro presente en esa experiencia.
La comunicación se fortalece con el anhelo de manifestar, ganar reconocimiento y alzar la voz en los temas que ven desatendidos en la sociedad. Del mismo modo, la escritura es la salvaguarda de la cultura y la plataforma para su difusión, para propios y ajenos, siendo el ambiente para que brillen y convivan la creatividad y la tradición.
Quienes acuden a las aulas universitarias demandan una formación integral, que apunte al desarrollo de las habilidades requeridas en el ejercicio profesional y la vida personal. La puesta en acto de la comunicación, implica un proceso creativo y artístico, la consecución de destrezas que la cátedra no les brinda, capacidades aplicables a diversidad de tareas dándoles una ventaja comparativa significativa en el mercado laboral. Quien adopta la palabra y se deja invadir por ella logra drenar su malestar en la catarsis, que a su vez, se ve contagiado por ese acto de bienestar, en un ritual comunicativo y sanador.
Finalmente, se crea entonces una relación simbiótica entre quien emite la palabra como herramienta para construcción de la realidad y su entorno que la recibe, debelando el momento mientras lo protagoniza. La historia reconoce a quienes se atreven, registrando sus pequeñas gestas diarias que se acumulan hasta hacerse míticas. Es deber de la educación para con quienes la reciben, como siempre lo ha cumplido, acoger y potenciar esta semilla de grandeza de la cual los libros biográficos hablarán en el mañana.
Y tú ¿Qué esperas para potenciar tus habilidades de comunicación? El futuro es de aquellos que deciden conquistarlo.