En el mundo actual, lleno de estímulos constantes y distracciones tecnológicas, mantenerse concentrado en clase se ha convertido en un desafío común para estudiantes de todas las edades. Sin embargo, entender las razones detrás de la desconcentración y aplicar estrategias basadas en evidencia científica puede marcar la diferencia en el aprendizaje.
La falta de concentración en clase puede deberse a múltiples factores, tanto internos como externos. Según estudios de la neurociencia cognitiva, el cerebro humano está diseñado para enfocarse en un estímulo durante períodos limitados, generalmente entre 10 y 20 minutos, antes de necesitar un cambio o una pausa (Posner & Rothbart, 2007). Esto significa que una clase larga sin momentos de interacción o variación puede provocar pérdida de atención. Según un estudio de Mind, Brain, and Education (2021), el cerebro humano está diseñado para responder a estímulos novedosos, lo que significa que cualquier interrupción puede desviar nuestra atención.
Además, las distracciones externas, como el ruido, el uso de dispositivos electrónicos, o incluso la temperatura del aula, pueden ser significativos impedimentos. A nivel interno, la falta de sueño, el estrés, el hambre o incluso un bajo interés en el tema tratado también son barreras que dificultan mantener la atención.
En el contexto de las clases virtuales, las distracciones aumentan. Según un informe de la UNESCO (2021), los estudiantes en entornos digitales tienden a enfrentarse a retos como el multitasking, notificaciones constantes en sus dispositivos y falta de un espacio adecuado para estudiar en casa, lo que reduce significativamente su capacidad de atención.
La concentración es la capacidad de dirigir la atención hacia un estímulo o tarea específica, excluyendo otras distracciones. Según el Journal of Neuroscience (2020), la concentración está mediada por la activación de la corteza prefrontal, que regula el enfoque, la memoria de trabajo y el control de impulsos. Es un proceso dinámico que depende de factores como el interés personal, la fatiga y el entorno.
Cuando nos concentramos, activamos redes neuronales que filtran la información irrelevante y priorizan lo que es importante. Sin embargo, esta capacidad no es ilimitada; requiere energía mental y puede agotarse con el tiempo, lo que explica por qué a menudo perdemos enfoque después de largas sesiones de trabajo o estudio.
En palabras del Dr. John Sweller (2010), experto en teoría de la carga cognitiva, “la concentración efectiva depende de manejar la cantidad de información que procesamos al mismo tiempo”. Esto significa que simplificar, priorizar y organizar el contenido ayuda significativamente a mantenernos atentos.
Sin motivación, la concentración es difícil de alcanzar. La motivación, ya sea intrínseca (como el interés personal en aprender) o extrínseca (como obtener buenas calificaciones), es el motor que impulsa a las personas a centrar su atención en una actividad.
Según estudios de la psicología educativa, cuando un estudiante entiende la relevancia de lo que está aprendiendo, se conecta emocionalmente con el contenido y percibe que tiene la capacidad de alcanzar sus objetivos, su motivación y su nivel de atención aumentan considerablemente (Ryan & Deci, 2000).
Por ejemplo, un estudiante motivado por el deseo de aplicar conocimientos en su carrera profesional tiende a encontrar más significativo el contenido de las clases. Por otro lado, la falta de motivación puede ser un síntoma de frustración, desinterés o incluso ansiedad, que bloquean la capacidad de concentrarse.. Algunas maneras de cultivar la motivación incluyen:
La concentración no surge de forma espontánea; requiere una preparación consciente y esfuerzo. Esto incluye preparar el cuerpo, la mente y el entorno.
Aunque las clases virtuales y presenciales comparten el objetivo de educar, las dinámicas de atención que requieren son diferentes. En las clases presenciales, los estudiantes se benefician de interacciones directas con los docentes y compañeros, así como del lenguaje corporal y las expresiones faciales del profesor, que refuerzan el mensaje y facilitan la comprensión. Sin embargo, también enfrentan distracciones propias del entorno físico, como el ruido o interrupciones inesperadas.
En las clases virtuales, los estudiantes tienen mayor autonomía, pero también más oportunidades de desconectarse mentalmente. Según un estudio de Harvard (2020), la tasa de desconcentración en clases virtuales es un 40% mayor que en clases presenciales, especialmente cuando no hay interacción dinámica o cuando las actividades son monótonas.
En ambos casos, una estrategia efectiva para mantener la atención es incorporar momentos de pausa activa y actividades participativas que rompan la monotonía. Mantener una actitud proactiva, como tomar apuntes o hacer preguntas, también ayuda a mantener la mente involucrada en la clase, por lo que sesiones virtuales y presenciales presentan desafíos diferentes. Estas estrategias pueden ayudarte a mantenerte concentrado en cada contexto:
Clases presenciales: |
Clases virtuales: |
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Concentrarse en clase no es solo un acto de voluntad, sino una habilidad que se cultiva con práctica y preparación. Como adultos, educadores o estudiantes, todos tenemos un papel en este proceso. Crear entornos propicios, mantener hábitos saludables y fomentar la motivación intrínseca son la clave para maximizar el aprendizaje y alcanzar metas académicas.
¿Qué estrategias aplicarás hoy para mantenerte concentrado? ¡El cambio comienza contigo!
Bibliografía